Siempre que hablamos de algo y tenemos la posibilidad de
tenerlo presente, nos es más fácil; por eso, jugamos con el agua. La tocamos,
la pasamos de un recipiente a otro, la tiramos, la bebemos, se nos cae; hasta
que terminamos derramándola por el suelo. ¿Y ahora? Es difícil recogerla; el
agua moja, pero usamos nuestras experiencias y conocimientos y sabemos que esa
agua que ha pasado de los recipientes al suelo, desaparecerá cuando el Sol “la
seque”. A nuestro mural sobre el agua, añadimos nuevos elementos, como el Sol;
y surgen nuevas preguntas, como qué pasaría si se secase todo el agua, si es
más “fuerte” el Sol o las nubes. Preguntas que dan pie a otras preguntas.
Y cuando ya hemos hablado de arena y de agua, por fin, llega
el día de nuestra Fiesta del barro; queremos jugar, tocar, mojarnos,
mancharnos, probar, y cuando llega el día, comenzamos preocupados por las
posibles manchas, así que hablamos de manchas, hacemos manchas y tratamos de
eliminarlas a nuestra manera. Comprobamos si funciona o no, ya que es
importante hacer hipótesis antes de experimentar y ver los resultados para ver
si estamos o no en lo cierto. Después, llega lo que más nos gusta; invitamos a
los niños y niñas de la otra clase de 3 años, y juntos, hacemos barro y jugamos
con él. No importa si se manchan; lo importante es todo lo que hemos hablado
para llegar a este momento y lo que seguiremos hablando a partir de aquí.
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